martes, 10 de junio de 2008

El salón de los santos quebrados



Esperábamos metidas en los rincones
oliéndo el vaho del sudor y la saliva de tanto hacer con el dedo ssssshh
Desde los ojos de otro, veíamos a las monjas con la cabeza de iguanas
Y los lentes vidriosos, nublados de tanta humedad
chocaban
con el tiritar y castañeteo de los dientes.
Era tan puro el miedo que goteábamos.
Veíamos, cómo se alejaba la blanca soga atada en las caderas
Colgando de sus trajes, oscilando igual a la bola azul de canica que nunca tocamos.
Teníamos apenas tiempo para abrazarnos
besarnos de huida cada día por última vez
en aquellos cuatro años que duró
la sacrosanta idea de estar haciendo
la comunión de nuestros cuerpos desnudos con el espíritu
mientras nos íbamos muriendo de pena
con la soledad cansona del claustro
arruinándonos la piel como a los santos tapados