domingo, 20 de enero de 2008

Existencia, un poema de Roberto Montesinos


Existencia
A Ramiro Montesinos

A donde vaya he de llevar conmigo
este ardido paisaje familiar:
tuna, cují, cardón de este solar
y este silencio fiel, como un testigo.
Este silencio, en cuanto callo y digo
que es leño y lumbre de mi propio lar,
alienta la tristeza y el pesar,
la angustia y la esperanza que persigo.
Este paisaje de cují y de tuna
de cielo gris y cerro corroído
al sol ardiente, a la piadosa luna;
este paisaje a mi alma constreñido,
no se si por desgracia o por fortuna,
es la razón de ser como yo he sido.



Roberto Montesinos

miércoles, 2 de enero de 2008

Los ataudes y los monumentos funerarios






Aparte de sentir una gran admiración
por los monumentos funerarios como los
que aún permanecen en pie en el cementerio general del sur en Caracas, y otros vistos por mi en algunos viajes, londres, edimburgo, el tocuyo, los ataudes también me dan esa sensación de confort y lujo. Son piezas que nuestra cultura excluye del mobiliario, nada más por hacer referencia al destino ineludible del descanso eterno. A veces la cama que ha servido para marcar la evolución de nuestro cracimiento (la cuna, la cama cuna, la camita individual de los cuentos imposibles, la cama de la niña adolescente, con horrible tela y ribetes en la madera, hasta la cama adulta) no es sino una variación abstracta sobre el mismo tema de lo que va a ser nuestro lecho mortuorio. Me hubiese gustado tener uno de esos neopolitan en mi habitación, muy mullido en su interior con un drapeado espeso para hacerme cosquillas antes de caer frita en el sueño nocturno (la mitad de las veces que he dormido en toda mi vida he padecido la parálisis del sueño o kanashibari, ¡horrible!) creo que de dormir en un ataud habría experimentado más en esa tiesura casi conciente que me ahoga y me hace presa de miedos y divagaciones. El cuadro de Fuseli ilustra lo que digo, esa especie de ahogo por tener al pequeño engendro oprimiéndote el pecho. El cuadro de Bocklin, cualquiera de sus 5 versiones conocidas, me mata. Basta ver el ataud en el frente de la embarcación, la figura enhiesta del acompañante y apenas el aflijido remero en segundo plano en ese siniestro y fantasmagoriano viaje hasta los rectos edificios de la isla de los muertos. Nos hemos conformado con ver al monumento y al ataud como piezas ajenas, me alentaria tener el ataud brillante con algunas catedrales como agarraderos, y sobre él, el monumento que camina al lado de éste cubierto con una pesada manta.(en la foto del cementerio general de Caracas) Hoy, cuando los deprimentes cementerios al ras del piso son la norma, cubiertos de flores plásticas en ciudades super pobladas (de muertos) deberíamos invertir en ese futuro más seguro y productivo que la universidad, volver a la tradición de hacer el costosísimo panteón familiar. Explico, la muerte no es productiva para la victima, pero sus implicaciones llenan muchas horas de investigación para gente como yo, quienes hemos vivido muertos de ganas de saber, ahondar, dormir y algunas veces profanar estos recintos y sus artilugios.







Textos varios

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se adormecen,
despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan

Oliverio Girondo

OJOS DE PERRA TOCUYANA

Han pasado como treinta años,
y los ojos redondos de la perra
me parten la memoria
entre aquella sonrisa visual,
y el abismo del hambre
infinita, dolorosa
en la mirada de todos los hombres.

SOFOCO

Lamíamos el suelo con las manos,
pegajosa era la zurra de la gallina criolla
y el solar de la niña (magic land)
agrietaba la cabeza
quemando los zurcos de los juegos
calurientos,
de espejismo.
Los años no perdonan
y el sol tan firme
y uno tan viejo


CRUCES

El viento la templaba
como arrancándola,
elevándola.
El cuerpo fiero se le pegaba al alambre,
a las tunas.
Y al ventarrón
se le iba el tiempo
en coserla al paisaje
La gente sin oficio la recuerdan
entre las cruces de Arenales y San Pablo
incandescente, prendida
hedionda a cacho
y loca,
completamente loca de amor.

Cheez

Abubilla. Ave de mala ralea, que sólo come carne rechazada y vive en la tumbas y guarnece su nido con excremento. Bestiario. Cambridge 150

Comienzo con un titulo que ha nadie le va a redireccionar, oculta nos leeremos en la oquedad abyecta de algunos recovecos de la oscura mente. La mia, claro. En estos días había buscado en la red alguna información sobre poetas tocuyanos. Se halla lo mínimo, sin afán de convertirme en antóloga, poco a poco iré transcribiendo aquellas joyas que acuden al rescate del inmenso vacío existente y que para mi, llenan "por ahora" esa estética romántica, pero a la vez maldita o condenada que muy probablemente formaba el entorno de aquellos paisajes bucólicos, de esos pesares y cotidiano pensamiento de finales del siglo XIX y principios del XX.
Lo dixo, lo hiré haciendo, de a poco, es un compromiso de placer.
Cheez