viernes, 1 de julio de 2011

Por Donde Entraste, Saliste. Textos inéditos. Por: Marianela Cabrera

I

No existe ciudad que me contenga
ni fosa
mucho menos un ataúd
Torcida
helada  me amparo bajo un árbol sin ramas
y mi memoria contiene un pasado
que le sonreía a los emisarios bajo la mesa
mientras le daban de coñazos a todos en la casa menos a mí
Histriónica, con cara de idiota
babeaba sobre los libros que dormían impunes
bajo las fisuras de las maderas del piso
Ya tan cerca de no estar viva
Los pensamientos son un túmulo donde yace
la zozobra de comer solo silencios
y migas de paz.

 II

Un cuerpo lacera mis entrañas
penetrando con sus filosos dedos
de astillas vidriosas
las paredes de catacumba que gotea
el agua de los siglos
humedad tan impura, invaginada
en perversa naturaleza
cuando la pasión te aniquila
Y una rata con labios pintados de rojo
arrastra el velo de boda
de este matrimonio
siniestro.

III

Si no tienes nada bueno que decir:
¡haz silencio!
¡Coloca mi miembro en tu boca
reza mentalmente, pídeme perdón
y cállate para siempre!

IV

Nadie se reúne ya ni en aljibes ni caneyes
los techos se hunden por el peso de la lluvia
los grillos parecen cucarachas
Y tantos gatos se hincan con sus armas tiránicas
sometiendo a la hembra
Y yo, caminando sola buscando un alma que alimentar
Con el resto de los libros inútiles
de cuya belleza
me jacté en mi juventud
y ahora son nido de  polillas y gusanos
Me trazo metas como abrir varios huecos
para las cenizas de mis muertos,
o si tendré fuerzas, al cavar la mía
Y dando vueltas como un territorio de huracanes sin llaves
sin mansedumbre de un hogar desprovisto de humanos
Giro y giro tirando del pesado cordón
que me ata a esta maldita existencia
cuyo placer más  verdadero y profundo
es acariciar al gato bajo la choza
que solo mi sombra
apenas visita

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